Hermandad de la Cruz-Guión
Heredera del espíritu del cortejo inaugural de la Santa Cruz o Calvario. Abre la procesión del Santo Entierro. En el centro un Hermano porta la cruz, mientras los penitentes alumbran su paso.
Hermandad del Santísimo Cristo de Santa Clara la Real
Hermandad formada por antiguos alumnos Maristas. La primera aparición de este crucificado en la procesión del Santo Entierro se produjo el Viernes Santo, 28 de marzo de 1997, cuyo proyecto fue presentado a la Cofradía del Santo Sepulcro por un grupo de antiguos alumnos de Maristas, ilusionados por participar, cargar sobre sus hombros y escoltar a este bello Cristo durante la Semana Santa de la ciudad.
Ubicado en el interior de la clausura del Convento de Santa Clara La Real, su contemplación estaba reservada a un reducido grupo que tenía el gran privilegio de admirar esta obra de gran calidad artística y patente belleza estética, y que fue tallado en 1770 por Francisco Salzillo, siendo conocido como “Cristo de la Buena Muerte” y cuyo encargo fue debido a las hermanas Isabelas, en su convento residió hasta que la Desamortización lo que provocó su inminente traslado al Convento de San Antonio primeramente, para después cambiar al Colegio de la Purísima, y casi con seguridad, a su actual y definitiva residencia del Convento de Santa Clara La Real.
Iconográficamente, esta imagen representa a Jesucristo crucificado por tres clavos y sin vida, mostrando sus llagas, heridas y hematomas, aún recientes, pero sin abandonar la belleza y serenidad relativa a la divinidad característica de la última etapa del escultor en sus obras.
De anatomía proporcionada y elegante en sus dimensiones de 1’36 x 1’20 x 0’34 metros, destaca por su delicado rostro de facciones finas y en plena laxitud, propias de muerte; con cabello ondulado y largo en talla, aparece coronado de espinas. El paño de pureza blanco y tallado lo lleva anudado a la derecha, aportando con sus pliegues un ligero movimiento.
Restaurado en el año 2005, en el Centro Regional de Verónicas, en la actualidad está expuesto en el Museo de Arte Sacro de Santa Clara del Real; desde donde cada año el Cristo es trasladado en procesión a San Bartolomé al mediodía del Jueves Santo, donde se encuentra con Nuestra Señora de la Soledad en la plaza de Santo Domingo, y continúan ambos hacia su sede canónica.
Este Cristo procesiona, en la noche de Viernes Santo, con un “Lignum Crucis”a sus pies. Donado en el año 2011 por la familia De Vicente y Villena a la Cofradia, es venerado en la mañana de Jueves Santo en un acto de adoración y recogimiento que precede al tradicional encuentro del Santísimo Cristo de Santa Clara la Real y la Santísima Virgen de la Soledad.
Hermandad de la Santísima Virgen de la Amargura
Es obra del escultor aljucereño Don Juan González Moreno, en el año 1944, y por un importe que ascendió a 12.000 pesetas.
El encargo surgió por iniciativa del presidente de la Cofradía, Don Carlos Aransay, tras el éxito obtenido con la realización del paso del Santo Entierro.
Una vez concluida esta obra, el Presidente de la Cámara de Comercio de Murcia, Don Adrián Viudes y su secretario Don Miguel López Guzmán, con la debida autorización del escultor, expusieron la Virgen en el Pabellón de la Cámara de Comercio de Barcelona, donde despertó un gran fervor entre los amantes del Arte, apuntando incluso como anécdota que visitantes ingleses y franceses quisieron comprarla.
La disposición de la imagen es sedente, apareciendo sola al pie de la Cruz Vacía, de la que pende un sudario blanco. De patente expresividad dolorosa, dirige su mirada al cielo con una faz de gran belleza y honda tristeza por la muerte de su Hijo, mientras sus manos abiertas, aunque bajas, y en actitud de súplica potencian el dramatismo del momento.
De dimensiones de 1’13 x 0’58 x 0’86 x 0’81 metros, en talla completa; viste con túnica roja y manto azul grisáceo, cuya policromía y carnación utilizada y habitual en el maestro González Moreno es en tono mate y sin brillos.
Lleva una aureola de plata sobre la cabeza con ráfaga salpicada de estrellas y el símbolo del Ave María en el centro, destacando además una bella daga clavada en el pecho.
Fue restaurada en el Centro Regional de Restauración perteneciente a la Administración de Murcia en el año 2001, y recibe culto en la capilla del Santo Sepulcro, situada en el crucero izquierdo de la Iglesia de San Bartolomé.
La belleza de esta escultura es indiscutible, y de un atractivo y sencillez que ha captado siempre la atención y elogios de los murcianos; aunque cabría apuntar que González Moreno se aparta del esquema salzillesco tan querido en la ciudad, y que impregna su obra de las líneas de su maestro Capuz, su profesor y maestro en la Academia de Bellas de Artes de San Fernando.
Hermandad del Santo Sepulcro
Hermandad tradicionalmente vinculada a la orden franciscana, su paso titular sustituye al original perdido en 1936. Es el titular de la Cofradía, también obra de Juan González Moreno, que lo concluyó en 1941.
La escena representa el momento en el que Cristo yacente está siendo depositado sobre el sepulcro por José de Arimatea y Nicodemus, mientras María intenta acariciar a su Hijo; San Juan arrodillado sujeta la mano izquierda de su Maestro; y María Magdalena, igualmente de rodillas, observa con gran tristeza.
El paso del Santo Sepulcro de Murcia fue realizado en 1941, en plena crisis de postguerra, tras la convocatoria de un concurso donde participaron numerosos escultores de la Región y otras provincias españolas, y cuyo encargo logró González Moreno bajo el mandato del presidente, Don Carlos Aransay, al precio acordado de setenta mil pesetas. Una vez concluida esta obra, se bendijo el 8 de abril de 1941 en la Iglesia de San Bartolomé, con el merecido reconocimiento general por su valía artística.
El grupo escultórico está formado por imágenes de tamaño natural, en madera policromada y estofada, que representan el momento preciso del depósito del cuerpo del Redentor en el sepulcro, sujetado por José de Arimatea, mientras María, su madre, aparece destrozada junto a su Hijo en un intento de acariciarlo, y San Juan apenado se dirige hacia Jesús a quién le recoge la mano, al tiempo que María Magdalena cae abatida al suelo, y Nicodemus se arrodilla ante esta dolorosa escena. Definitivamente, esta composición resulta espectacular en la talla y riqueza cromática, pero no sería la única vez que el escultor González Moreno tallara esta escena, sino que en Cartagena y Albacete volvió a repetir este momento bíblico con logrado éxito y ciertos matices que las diferencian e identifican claramente.
Cristo Yacente
Concretando aún más en la calidad y detalles que aportan cada una de estas esculturas, en este caso, Cristo, como eje principal y protagonista indiscutible, aparece centrado en la escena, con un estudio anatómico exquisito tratado con naturalidad y una policromía adecuada a la de un cuerpo sin vida, destacando un rostro sublime y sereno de infinita paz, en donde sus ojos un tanto abiertos, y la boca entreabierta, potencian aún más el dramatismo por el sufrimiento padecido ante semejante muerte. Sus medidas oscilan los 1’60 x 0’75 x 0’90 metros.
José de Arimatea
Se presenta erguido tras el cuerpo de Jesús, al que sujeta gracias a la sábana blanca tallada mientras lo deposita sobre la losa. Vestido a la usanza hebrea, con turbante en la cabeza y túnica de color ocre, calza botines. Un tanto girado hacia el ángulo derecho, dirige una triste y piadosa mirada a María, desolados ante tanto dolor. Tiene unas medidas de 1’70 x 0’42 x 0’50 x 0’70 metros, en madera policromada, talla precisa y tonos planos.
Nicodemus
En el lado opuesto, sujeta el otro extremo de la sábana a los pies de Jesús, apareciendo encorvado y semiarrodillado por el esfuerzo de la acción. Su rostro es muy realista, marcado por la madurez del personaje que se identifica por su cabello canoso y calvicie avanzada, al que se compara con un romano de los siglos I y II. Va vestido con túnica de color granate, cíngulo ceñido a la cintura, y manto azul claro. Mide unos 1’38 x 0’58 metros, sin peana.
Virgen María
A la derecha de Cristo, la Madre permanece de pie inclinada ligeramente para acariciar con inmensa ternura el rostro de su Hijo. De belleza clásica, su rostro refleja una gran tristeza, acentuada por su mirada y boca entreabierta. Viste con túnica rosa ceñida a la cintura, tocada en color ocre, y manto azul con cenefa dorada. Sus dimensiones son 1’73 x 0’85 x 0’38 x 0’60 metros, en madera policromada. Cabría apuntar que, a opinión del estudioso Sánchez Moreno, es la mejor escultura del conjunto escultórico.
María Magdalena
Más alejada de Jesús, se sitúa esta devota mujer, arrodillada junto a San Juan, y con claras muestras de dolor en el rostro, acompañadas por la expresividad en la disposición de las manos que completan ese dramatismo latente al acercarse su mano derecha hacia corazón con una de las esquinas del sudario blanco prendido, mientras la otra queda extendida hacia atrás creando un mayor movimiento y vigor a su personaje. Su cabello castaño posee largas y onduladas guedejas, y viste túnica oscura y manto dorado con cenefa floreada y dorada. Mide 1’16 x 1’04 metros, sin la peana.
San Juan Evangelista
Por último, el discípulo amado aparece semiarrodillado junto a su Maestro mientras contempla la escena de Jesús y su Madre, al tiempo que con la mano derecha sostiene el brazo inerte de Jesús. Su rostro imberbe y larga melena presenta al joven discípulo en su iconografía más típica, aunque difiere un tanto en su vestimenta habitual ya que porta capa roja, cíngulo rojo a rayas, y túnica verde. Las medidas son 1’63 x 0’44 x 0’81 x 0’73 metros. De gran peso, en el trono actual se reproducen unas alegorías del primitivo.
Hermandad de San Juan
La Cofradía ha desfilado con dos imágenes de San Juan a lo largo de su historia; la primera del S. XIX, realizada por Sánchez Tapia; y la actual, tallada por el escultor Don Juan González Moreno, en 1952.
La imagen está tallada con maestría en madera policromada y estofada, con unas medidas que oscilan los 1’85 x 0’58 x 0’86 x 0’81 metros.
Su atractiva representación muestra al joven y apuesto apóstol caminando con elegancia y compostura, envuelto en un majestuoso manto que porta con elegancia. Su rostro, de marcadas facciones, expresa melancolía y meditación, con una mirada penetrante de ojos azules que se pierde en la lejanía del pensamiento, y por cuyas mejillas derrama sendas lágrimas ante la tristeza del momento.
El cabello oscuro es ondulado y negro, tallado con múltiples guedejas. Hasta finales de los años noventa, esta imagen llevaba una palma en la mano diestra como símbolo inequívoco del apóstol, pero fue suprimida recientemente. Viste túnica de color verde, manto encarnado y cíngulo ceñido a la cintura dorado, colores identificables con el apóstol
Decididamente, dentro de su peculiar estilo artístico, el escultor González Moreno se alejó del prototipo salzillesco, creando una imagen distinta y de gran belleza, continuando la estela de sus obras inspiradas en la escuela vallisoletana, con encarnaciones y policromías mates de tonalidades sin brillos.
Hermandad de la Santísima Virgen de la Soledad
De autor desconocido, esta obra se podría situar entorno al siglo XVIII, barajándose la posibilidad de su autoría entre algunos de los contemporáneos de Salzillo.
La imagen siempre ha estado en poder de las Hermanas Justinianas, donde se le ha rendido culto, y con quienes ha peregrinado en los distintos traslados del convento; aunque fuera propiedad de la familia Ayuso, tal y como escribe el erudito Díaz Cassou en el año 1897.
Sin embargo, lo que sí se puede afirmar con certeza es de que siempre ha formado parte de la procesión del Santo Sepulcro, salvándose de los distintos traslados de sede de la Cofradía y de la destrucción ocasionada durante la Guerra Civil española.
Ocasionalmente, y como anécdota, cabría mencionar que en el año 1940 participó en dos procesiones de distintas cofradías, ya que por petición de la Cofradía del Perdón, se le prestó en aquellos difíciles momentos.
Cada año sale en la mañana de Jueves Santo desde la Iglesia de San Bartolomé para hacer encuentro en la plaza de Santo Domingo con su Hijo, el Santísimo Cristo de Santa Clara la Real. En este precioso acto la Virgen es portada exclusivamente por miembros de la familia Ayuso.
Recientemente, en el año 2002, se restauró la imagen en el Centro de Restauración de Verónicas, así como el manto, refajo y corona.
Esta talla de vestir, en madera policromada y tamaño natural, es de gran belleza y calidad, con rostro expresivo, mirada penetrante y profunda tristeza por el dolor, así como se presenta poseedora de un corazón roto en plata que muestra entre sus manos entrelazadas, e inmersa en una plegaria con esos siete puñales que la atraviesan e hieren. Va vestida de blanco, tocada con un manto negro ricamente bordado en oro por Don Eduardo Marín Baldo, y coronada por una bella diadema con ornato de ráfagas y estrellas; que tan bien cuidaba con mimo y esmero su antigua camarera, la señora de Don Enrique Ayuso Bonnemaisón. Actualmente el camarero es D. Enrique Ayuso Hernández.